Los irresponsables
Cómo la plataforma que iba a cambiar el mundo se convierte en un instrumento de poder y falso idealismo. Reflexionemos sobre IA.
Sarah Wynn-Williams, ex directora de Políticas Públicas de Facebook, relata en ‘Los irresponsables’ (Editorial Península) cómo la plataforma que iba a cambiar el mundo a mejor se convirtió en un instrumento de “poder, codicia y falso idealismo”, según apunta.
Ella, diplomática, cambia su trabajo por unirse a Facebook y convertirse en la sombra de Mark Zuckerberg en plena expansión global de la compañía. Y aquí se puede ver lo que les sucede a muchos mandatarios/empresarios que, sin salir de su burbuja, dicen que van a cambiar el mundo, cuando están totalmente fuera de lo que realmente sucede en la vida real y acaban cayendo en la básica de “hacer dinero, saltarse barreras”.
Más allá de ese ‘síndrome de la Moncloa’, lo que Wynn-Williams relata es escalofriante porque, por un lado, estaban negando el tráfico de datos de usuarios de todo el mundo al mismísimo Capitolio de Estados Unidos, y a la vez se estaban plegando ante China, ante prácticas dudosas y poco democráticas. No quiero hacer spoiler. Es mejor que lo lean y saquen sus propias conclusiones.
Pero si hay algo en lo que me gustaría reflexionar es que, como comentan en algunas películas, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Parece que Zuckerberg, en sus inicios, no se dio cuenta de lo que tenía entre manos y más adelante, con asesores suficientes, pudo darse cuenta y escogió su propio camino y el de los usuarios.
Cada uno seguimos sin saber lo que aceptamos o firmamos respecto a la privacidad. Pero este libro también deja lecciones y deberes de cara a lo que podemos evitar en el futuro próximo con la inteligencia artificial. La IA puede sustituir nuestro ingenio de crear y la capacidad de soñar guiándonos el futuro.
Son muchos los que piden acordar entre toda la humanidad sus líneas rojas, primero con manifiestos e, incluso, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, solicitó que las Naciones Unidas fueran el espacio dónde decidirlo.
Sin embargo, en muchos lugares comienzan a darse pasos como en la conferencia Mondiacult en Barcelona que se celebrará del 29 al 1 de octubre y a la que asistirán los ministros de Cultura de todo el mundo y distintos mandatarios para tratar de fijar una posición común que sirva de partida a la hora de definir unas líneas rojas sobre su uso.
Esto también plantea riesgos porque, ¿Qué voces serán escuchadas? ¿Con qué derechos contará? ¿A quién afectará? Son sólo algunas preguntas que afectan al ciberleviatán, como el libro de José María Lassalle, quien sostiene que hay que rechazar que se cree una IA para el provecho de unos pocos.
Coincido con Lassalle en que el miedo paraliza y nadie quiere ser el primero para que un simple manifiesto se quede en agua de borrajas o venga la cultura de la cancelación para hacer caer a los proponentes o meramente se quede en un simple panfleto institucional.
Hasta el momento, ha habido muchas críticas en que el reglamento de IA europeo es un ‘quiero y no puedo’ porque piensan que tendría que haber ido más allá. Sin embargo, estamos jugando a programar algo para que sea consciente. Algunos van más allá en decir que estamos jugando a colocar al ser humano por detrás.
Todo ello bien merece una reflexión, pero a veces parece que hasta que la ola no es un tsunami no reaccionamos. Leed el libro y sabréis lo que hizo y podría seguir haciendo Zuckerberg con vuestros datos
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